Oficinas de Motores y Vehículos en Nueva York tuvieron largas filas de cientos de solicitantes ante la entrada en vigor de los permisos de manejo para indocumentados.
José Martínez confiesa que hacía mucho tiempo no estaba tan emocionado de levantarse tan temprano un lunes, como este 16 de diciembre. Aunque el colombiano asegura que odia madrugar, esta vez había un motivo de peso que casi no le dejó que pegara el ojo en toda la noche y que en su propias palabras, lo tenía “sintiendo mariposas en el estómago”.
El padre de familia, quien vive en Nueva York hace más de 15 años, fue uno de los cientos de inmigrantes que se plantaron desde la madrugada a las afueras de la Oficina de Motores y Vehículos de College Point, en Queens, con el fin de obtener un formulario para tramitar su licencia de conducción.
Aunque transeúntes desprevenidos y conductores en automóviles llegaron a pensar que las largas filas eran producto de alguna oferta, al estilo “Black Friday” o la espera de la premier de una película famosa, se trataba del primero día de entrar en vigor la ley “Luz Verde NY”, aprobada en el verano, que luego de una lucha de 18 años concede el derecho a neoyorquinos indocumentados a tener licencias de conducción.
“Es una sensación de felicidad y de gozo. Esto nos cambia la vida a muchos y por eso vine tempranísimo a conseguir el formulario para tener mi cita antes de que se acabe este año”, confesó el emocionado aplicante.
A varios kilómetros de distancia, en la sede del Departamento de Motores y Vehículos de la Calle 31, en Manhattan, se vivió un panorama similar. Allí, en el segundo piso, donde funciona la oficina, acudieron inmigrantes en masa a tramitar sus permisos de manejo.
Con una enorme sonrisa en el rostro, y acompañado por su mamá y su hermano, quienes le fueron a echar “porras”, antes del medio día salió de allí el joven Freddy Pilico, de 22 años, quien incluso alcanzó a presentar el examen por ser uno de los primeros en haber llegado al sitio que estaba abarrotado de gente.
“Si uno madruga le va mejor”, dijo el ecuatoriano, quien llegó a Nueva York siendo un niño cuando tenía 11 años, y quien describió este lunes como un día para celebrar. “Esto nos hace sentir que todos ya somos iguales y que podemos andar por la carretera mostrando la cara. Estoy muy feliz”, comentó el muchacho.