Aunque originalmente los procesos contra su exabogado y su exjefe de campaña no tenían que ver con el presidente, el resultado apuntala el trabajo del fiscal espacial Robert Mueller y, sobre todo, blinda su permanencia en el cargo, amenazada desde la Casa Blanca.
El martes se vivió uno de esos raros momentos en los que la historia se ve en ‘pantalla dividida’. Se trataba de lo que muchos analistas consideran por ahora, el ‘peor día’ de la presidencia de Donald Trump.
Por un lado, en Nueva York, el exabogado y confidente de Donald Trump, Michael Cohen, se declaraba culpable de fraude fiscal y violación de ley electoral. Simultáneamente, en Alexandria, Virginia, Paul Manafort, el exjefe de campaña del presidente, era declarado culpable también de fraude fiscal.
Otra coincidencia es que ambos acumulaban 8 cargos en su contra cada uno. Los de Cohen por mentir en sus declaraciones de impuestos entre 2012 y 2016 y además violar leyes que rigen la financiación de campaña electorales. Los de Manafort, además de fraude impositivo, por fraude bancario y ocultamiento de cuentas en el exterior.
Pasados esos abrumadores momentos en los que las noticias se sucedían entre Nueva York y las cercanías de Washington DC, quedó claro que la mala hora por la que pasa el que fuera el fiel abogado y ‘fixer’ del presidente puede generarle a este algunos dolores de cabeza a Donald Trump.
Al aceptar su culpabilidad ante el juez, Cohen explicó que en ambos cargos de violación de normas que regulan las finanzas de campaña lo había hecho por órdenes directas de “un candidato a una oficina federal”.
“Yo participé en esta conducta que en parte ocurrió en Manhattan, con el principal propósito de influir en la elección (presidencial de 2016)”, expresó Cohen en la audiencia.
No hizo falta que nombrara a su exjefe para que medios y especialistas concluyeran que esa persona que aparece identificada en los documentos del acuerdo como “Individuo 1” es, efectivamente, Donald Trump.
El presidente tampoco nombró a Cohen durante el evento de campaña que tuvo la noche del martes en West Virginia y se limitó a decir que no hubo colusión, como repite para negar que su campaña coordinara acciones con operarios rusos para perjudicar a Hillary Clinton.